[Rol] Let's Survive - The Lockdown Started (Rise of Demon Tamers) Supervivientes: 11

Jugador: Loreaux

 

 

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Edad: 27

 

Género: Hombre

 

Facción: The Order of the Holy Lance

 

Biografía: Un joven europeo, con un acento moderado el origen del cual es difícil de determinar, aunque muchos lo consideran similar al ruso, si no directamente como tal. De estatura elevada y complexión delgada, el joven viste de manera formal y suele mantener un comportamiento neutro, manteniendo las distancias y sin conceder excesivas confianzas. No parece ser algo causado por alguna especie de condescendencia arraigada en su persona más que simples cuestiones modales. A partir de aquí sería complicado decir mucho más, pero por lo general asume una actitud gentil al interaccionar con los demás.

 

Nivel: 5

 

 

Atributos

 

 

 

Skills

 

 

 

Demonios

 

 

 

Skills No Combativos (Privado)

 

 

Jugador: BT

 

 

Foto:

 

 

Edad: 23

 

Género: Hombre

 

Facción: The Order of the Holy Lance

 

Biografía: Si alguna palabra puede definir a Liam, es indiferencia. Actúa como una persona reservada y distante, siempre perdido en sus propios pensamientos, parco en palabras, y cuando lo hace utiliza un tono de voz falto de emociones. Seguidor ciego de las doctrinas de la Orden y de sus Santos líderes, sabe obedecer órdenes y cumple fielmente con sus funciones como Enfermero para la Orden.

 

Nivel: 5

 

 

Atributos

 

 

 

Skills

 

 

 

Demonios

 

 

Skills No Combativos (Privado)

 

 

Jugador: Bragr

 

 

Foto:

 

 

 

 

Edad: 35

 

Género: Hombre

 

Facción: The Ring of Gaea

 

Biografía: Es un hombre de mediana edad que tiene una cicatriz en su lado izquierdo de su frente. Podrías describirlo como un hombre cálido y cordial, y es caballeroso con las mujeres. Es educado, no tiene malas formas, bromista, en la oreja derecha tiene un pendiente con forma de cruz.

 

Nivel: 3

 

Atributos

 

 

 

Skills

 

 

 

Demonios

 

 

 

Skills No Combativos (Privado)

 

 

Jugador: obelisco99

 

 

Foto:

 

 

 

 

Edad: 25

 

Género: Mujer

 

Facción: The Ring of Gaea

 

Biografía: Chica introvertida generalmente, pero que se abre a las personas con las que ha podido establecer un fuerte vinculo de confianza. Puede parecer arisca a primera vista, pero en realidad es dulce.

 

Tiene una fuerte conviccion en sus ideales y cuando se propone algo, no para hasta lograrlo, el fin justifica sus medios, ese es su lema.

 

Tiene un fuerte sentido del humor y unas terribles ganas de encontrar a alguien con el que pasar el resto de sus dias, aunque ella cree que no puede gustar a nadie por su forma de ser.

 

Nivel: 3

 

 

Atributos

 

 

 

Skills

 

 

 

Demonios

 

 

 

Skills No Combativos (Privado)

 

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Jugador Original: panonio

 

Jugador Actual: Eldrek

 

Foto:

 

 

 

 

 

Edad: 31

 

Género: Hombre

 

Facción: Marine Corps

 

Biografía: Chris es un hombre leal y un buen compañero, una persona en la que se puede confiar en los peores momentos, sabe cumplir las normas y acatar las ordenes, cumple las misiones cuesto lo que cueste. Aunque tenga pinta de tipo duro (eso hace que no se le acerquen muchos) es un tio gracioso y que no teme decir las cosas a las caras.

 

Nivel: 3 (Faltan Subidas de Atributo y de Habilidad No Combativa)

 

Atributos

 

 

Skills

 

 

 

Demonios

 

 

Skills No Combativos (Privado)

 

Jugador: Karolus

 

 

Foto:

 

 

 

 

Edad: 28

 

Género: Hombre

 

Facción: Marine Corps

 

Biografía: Maxwell es un tipo fornido de estatura media,de movimiento ágil. De pelo castaño oscuro, y ojos a juego, tiende a expresarse tanto con las manos como hace hablando, a veces le dicen que si no es italiano. Incluso con uniforme suele llevar un pañuelo atado en la afeitada cabeza. Si se le pregunta por este hecho, es una costumbre que adquirió al desactivar IEDs (Ayuda con el sudor).Suele ser cordial.  

 

Nivel: 3   (Faltan Subidas de Atributo y de Habilidad No Combativa)

 

Atributos

 

 

Skills

 

 

 

Demonios

 

 

Skills No Combativos (Privado)

 

Jugador: Kuroidha

 

 

Foto: 

 

 

 

 

Edad: 27

Género: Hombre

Facción: Familia Tizziani.

 

Biografía: Encapuchado cuando se le conoce por primera vez, no suele gustarle aproximarse a la gente de frente, suele intentar pasar desapercibido, aunque no siempre lo consigue. Cuando habla parece que tiene un tono juvenil y neutro, dificultando conocer su género, ya que sin verle la cara uno puede llegar al equivoco. Se presenta como un hombre, de 27 años, graduado en historia, y especializado en mitología, habla lo justo y necesario, aunque normalmente esas palabras que suelta suelen tener gran importancia, sorprendentemente también suele hacer bromas, por lo que uno no sabe cuando habla en serio y cuando es simplemente una broma de mal gusto.

Atributos

 

 

 

Skills

 

 

 

Demonios

 

 

 

Skills No Combativos (Privado)

 

Jugador: er_john

 

 

Foto:

 

 

 

 

Edad: 24

 

Género: Hombre

 

Facción: Familia Tizziani

 

Biografía: A simple vista, cualquiera podría decir que Masato es un tipo oriental, siempre muy bien vestido pero algo excéntrico. Muchos se preguntan qué clase de persona se teñiría el pelo de verde fosforito y llevaría dos cinturones, pero por algún motivo nadie se atreve a hacerle esa pregunta al propio Masato. Seguro de sí mismo y de sus capacidades, parece una persona capaz de conseguir cualquier objetivo que se proponga, y de hecho, aquellos que lo conocen, y que han trabajado de cerca con él, saben que es así, y curiosamente por eso tienen mucho cuidado con lo que dicen. A pesar de que en apariencia, parece un pijo flacucho sin más.

 

Nivel: 7

 

Atributos

 

 

 

Skills

 

 

 

Demonios

 

 

 

Skills No Combativos (Privado)

 

Jugador: merle dixon

 

 

Foto: 

 

 

 

 

Edad: 42

 

Género: Hombre

 

Facción: Civiles

 

Biografía: Con sus casi dos metros de altura, Vasily es un hombre de aspecto duro e intimidante. Es un hombre solitario, con un peculiar sentido del humor y que no pierde el tiempo con florituras. Le gusta ser directo y en ocasiones llega a serlo tanto que puede herir los sentimientos de las personas a su alrededor. No obstante, también es un buen tipo, atento con sus familiares y amigos, y le gustan los perros y los gatos, como evidencia la presencia de pelos de distintos colores en pantalones y camisa. Quienes le conocen a menudo le ven apuntar cosas en una pequeña libreta negra, ya que siempre lleva a mano un bolígrafo.

 

Nivel: 3

 

Atributos

 

 

 

Skills

 

 

 

Demonios

 

 

 

Skill No Combativos (Privado)

 

 

Jugador: Sky Zero

 

 

Foto:

 

 

 

 

Edad: 24

 

Género: Mujer

 

Facción: Civiles

 

Biografía: Una joven de mirada triste. Silenciosa, serena y precavida; de pocas palabras pero gran razonamiento. A simple vista puede verse que tuvo una vida difícil, lo que quizá haya forjado el rostro serio que le otorga al mundo. A pesar de eso, hay cierta calidez en ella, que transmite tranquilidad y... peligro

 

Nivel: 3 (Falta Actualización de Atributos y Skills No Combativos)

 

Atributos

 

 

 

Skills

 

 

 

Demonios

 

 

 

Skill No Combativos (Privado)

 

Jugador: Geth

 

 

Foto:

 

 

 

 

Edad: 29

 

Género: Hombre

 

Facción: Civiles

 

Biografía: Dasan es un hombre amable y respetuoso, con un gran sentido del honor y un profundo amor por la naturaleza. De evidente raza nativa americana, está muy unido a su familia y tiene un águila calva mascota a la cual considera como su mejor amigo, dejándolo libre de jaula alguna. De alrededor de 1,90 metros de altura, suele ser amigable con cualquiera y rara vez muestra hostilidad salvo a aquellos que se la ganan a pulso. Sin embargo, siempre deja espacio para el perdón y la redención. Se dedica a la venta de auletos y baratijas de su cultura. A pesar de llevar instalado en Nueva York durante más de 10 años, aún se siente perdido entre sus calles. Se siente inclinado hacia el misticismo y el shamanismo, y venera a unos entes conocidos como los Grandes Espíritus. No tolera las injusticias y siempre ayuda y se sacrifica por los demás.

 

Nivel: 4 (Falta Subida de Atributos)

 

Atributos

 

 

 

Skills

 

 

 

Demonios

 

 

 

Skills No Combativos (Privado)

 

 

Jugador: Michael Koch

 

 

Foto:

 

 

 

 

Edad: 32

 

Género: Mujer

 

Facción: The Order of the Holy Lance

 

Biografía: Una mujer joven y silenciosa, Léa destaca entre la multitud por un marcado acento quebequés que revela su condición de extranjera. Aunque agradable al trato la mayoría de las ocasiones y especialmente en su marco profesional como psicóloga de cada vez más renombre, es una persona reservada y e introvertida que prefiere no exteriorizar completamente sus sentimientos. Su estatura no es muy alta y su complexión se aleja bastante de la robustez pero tiene la apariencia de ser una mujer capaz de defenderse a si misma. Suele andar con la cabeza alta y gran decisión. Muchos encuentran su voz dulce y susurrante así como tentadora y teñida de algo extraño propenso a diversas interpretaciones. 

 

 

Muerte

 

 

Llegan las seis de la tarde. El ambiente del Empire State es casi aplastante por la cantidad de gente reunida. Todos, desde el cuerpo de seguridad hasta los que simplemente reúnen las donaciones, no tienen un segundo de descanso desde hace doce horas.

 

La gente, incluso la que ya donó, se queda en las inmediaciones del edificio, complicando más incluso el movimiento de la gente. Todos esperan a que el gran Pierre Du Mont aparezca y dé un discurso. Nadie duda que mucha gente allí ni siquiera vino por la donación.

 

Repentinamente, el escenario sobre el final de la sala se iluminó. Un silencio repentino se hizo en el lugar, que rápidamente fue aplastado por vitores y aplausos.

 

Pierre Du Mont había entrado.

 

Levantó ambas manos, como los sacerdotes en la antigüedad al hablar con el pueblo, y le sonrió a la gente. Ese hombre, con simples gestos, era capaz de convecer a la gente.

 

Les agradezco a todos que hayan venido hasta aquí. Les agradezco que todos piensen, en lo mucho que sufren alrededor del mundo, otros pueblos que no tienen la suerte de estar lejos de la Guerra.

 

Con una expresión solemne, Pierre continuó hablando. Alrededor suyo, además de los guardias, podía verse a otros miembros de los Santos, cabizbajos, silenciosos, solemnes. Todos salvo River Gawain, que no se encontraba en el escenario ni en ningún lugar de la sala, pero Pierre no mostraba preocupación ante ello.

 

La gente, inmóvil, escuchaba el discurso del hombre que había inspirado a toda una generación, y fue sólo cuando el sol comenzó a tocar la línea del horizonte que unos murmullos comenzaron a oírse. Al principio imperceptibles, pero los propios guardias, comenzaron también a mirarse extrañados, mientras observaban sus celulares. Por reflejo, mucho de los presentes, educadamente y con cuidado sacaron los suyos. No había señal. Ni internet. Las comunicaciones habían muerto completamente.

 

y por eso, es importante que nunca olvidemos los valores de comprender a nuestros enemigos. Y que incluso el soldado que pelea por su patria aunque no sea la nuestra, merece respeto y no odio. Porque con el odio

 

La luz cayó.

 

Casi a oscuras, producto del atardecer, la gente comenzó a moverse inquieta.

 

Sólo Fredrik

 

 

Sólo Leá

 

 

Sólo Liam

 

 

Con la llegada del atardecer, los siete miembros del grupo de telecomunicaciones estaban sentados en la sala, observando los radares, considerando seriamente qué hacer. Los habían detectado hacía dos días a los Marines, pero pese a tratar de comunicarse con Vladimir, nadie contestaba. Un pequeño destacamento desembocaría al norte de Inwod, a pocos kilómetros de su localización actual.

 

El clima era extraño, taciturno incluso. Varios llevaban un buen tiempo sin poder dormir bien. Y el silencio de Vladimir no acompañaba.

 

Repentinamente, pocos segundos luego de las 18:00, notaron como las emisiones de señal comenzaron a bajar de una forma violenta. El sopor inducido de los días se rompió, y la alerta despertaba. Todas las comunicaciones de Nueva York (satélites, internet, radio, teléfono), estaban cayendo. Algo, desde el exterior, lo estaba aislando. A pura fuerza, podían mantener sus móviles conectados a la línea privada del centro de cómputo, y mientras trataban de estabilizar la señal, un mensaje llegó usando esa misma via moribunda.

 

Un mensaje de Vladimir.

 

Protejan la estación de telecomunicaciones. Nuestro líder ha llegado.

 

El shock silencioso se vio envuelto repentinamente por el ruido fiero de una explosión en la lejanía.

 

¿Qué mierda fue eso?

 

Eso eso fue un mortero.

 

¿Están disparándole a la ciudad?, ¿están dementes?

 

Nadie pudo contestar antes de que las luces cayeran. Una oscuridad repentina envolvió la sala. El grupo electrógeno comenzó a entrar en funcionamiento, reactivando los sistemas.

 

Genial y ahora ¿qué?

 

Sólo Ragna

 

 

Sólo Johanna

 

El Seafarer se estaba deteniendo frente al noreste de Staten Island. Manhattan a la vista. La cantidad de Marines que había a la vista era aterradora. No eran los únicos.

 

Lo habían visto al acercarse. No era uno, ni dos, ni tres barcos. Había una flota, alrededor de Nueva York. Varios de los soldados, respiraron. Lo que sea que debía estar pasando, al haber tantos miembros implicados no podía ser una traición ni nada por el estilo. Debía haber órdenes. Otros, no podían despejarse de sus dudas.

 

Murmullo recorría otra vez la nave que durante dos meses, había parecido fantasma. Y en medio de toda esa vida repentina, luego de mucho tiempo, la puerta de acceso a las salas de mandos se abrió, y Theodore Reinfield apareció en el balcón a la sala de reuniones. Mandó a llamar a todos, y en sólo cinco minutos, sin importarle las expresiones que lo miraban, todos estaban allí reunidos.

 

Staten Island, New Jersey, Manhattan y Brooklyn serán sitiadas y puestas en cuarentena a partir del día de hoy. Intel nos informa que se ha confirmado actividad terrorista en la ciudad. Dentro de los límites del encierro, un movimiento que podría acabar con la ciudad está en camino.

 

Observó a los soldados, cruzado de brazos, con semblante serio.

 

Hemos cortado la electricidad y las comunicaciones, para tratar de disminuir el miedo y el caos todo lo que se pueda. Algunos serán designados para ingresar a la ciudad, otros se quedarán en el Seafarer y darán apoyo informativo a los que estén dentro. En la próxima hora se les designará a todos su trabajo. Todos esperarán en cubierta hasta nuevo aviso.

 

Sin dirigir una palabra más. Reinfield se dio media vuelta y volvió a ingresar en la sala de mandos. Varios lo miraban con desprecio, otros aliviados al saber que había realmente un motivo para ingresar a la ciudad.

 

Pero nada quitaba esa sensación agridulce del aire.

 

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Sólo Chris

 

 

Sólo Maxwell

 

A las doce del mediodía, Marco Tizziani había convocado una reunión. La mansión estaba rodeada de autos de cada uno de los seis hijos y sus escoltas. Más de cincuenta personas se movieron por la reunión de siete. Una reunión que nada particular parecía tener comparando las otras.

 

Llevaban ya seis horas en la reunión. Había habido reuniones casi de doce horas, por lo que nadie se hallaba particularmente sorprendido. Un par de guardias de Alejandro jugaban a las cartas -aunque no su guardaespaldas en jefe, Paklov-, uno de los hombres de Faustino, el más joven de los hermanos, trataba de hablar con quien sea le diera un poco de conversación, aunque de forma inútil.

 

La sala de la mansión donde esperaba toda esa multitud era un gran círculo de baldosas de mármol blancas y negras, como un patrón de ajedrez. Más de treinta metros era el diámetro de esa sala, y mientras dos largas escaleras blancas ascendían hasta una gran puerta de roble negro que daba al pasillo rumbo a la habitación de Marco Tizziani; un gran reloj de pie de más de catorce metros era abrazado por esas escaleras, y culminaba justo antes de donde comenzaba el balcón superior.

 

Ya cuando el gargantuesco reloj marcó las 18:00 exactas, un par de los presentes notaron extrañados sus celulares. El efecto, como pólvora, llevó al resto a notar como la señal había desaparecido completamente. Internet, radio; nada funcionaba. Pocos segundos después, antes de que alguien dijera en voz alta la pregunta de ¿Qué ocurre?, la luz se apagó.

 

Los grupos electrógenos comenzaron a funcionar. Una luz débil volvió a la mayoría de las luces. Todos se observaron. Ese momento de oscuridad había sido suficiente para que los cincuenta presentes pasaran a ser cincuenta hombres y mujeres armados, observando en todas direcciones. La puerta superior se abrió, y aunque por instinto muchos apuntaron, todos bajaron las armas al observar a Roger Stoneleer parado frente al balcón, observándolos a todos desde arriba.

 

La guerra ha comenzado señores. Es hora de proteger nuestro hogar. Don Tizziani ha dado la orden: formarán grupos de tres y explorarán más allá del barrio seguro para tomar posiciones. Los civiles no son relevantes, pero si ven a alguien armado: anúlenlo. Letalidad o no corre por parte de ustedes dejó la pausa durante unos segundos y volvió a hablar . Tienen una hora antes de salir, mientras se debaten los últimos puntos aquí adentro. Resuelvan cualquier pendiente, con presteza.

 

Sin decir más, el enorme mayordomo se dio vuelta, dejando la estancia, y con más preguntas que respuestas a los presentes.

 

Sólo Lucio

 

 

Sólo Masato

 

 

Una asamblea pública se convocó esa tarde en el centro de New Jersey, para discutir los casos de violencia criminal que florecían desde hacía semanas por culpa del miedo. Muchos vecinos asistieron, y por una obligación -además de mantenerse informados de los decretos que iban a proponerse-, muchos asistieron.

 

Cada vez era más normal ver a la gente armada, las ventas armamentísticas habían escalado de forma brutal desde la transmisión de hacía tres meses.

 

Gran parte de la policía local estaba reunida para evitar que la asamblea se convirtiera en una revuelta, pero por supuesto, Hommes no estaba.

 

La asamblea había comenzado a las tres de la tarde, y ya llevaban tres horas de debate fuerte donde lo que comenzaba con metodologías para evitar el raterismo, terminaba en acusaciones entre familias y ánimos de linchamiento. No obstante, durante el enésimo evento fuera de programa, varios de los presentes comenzaron a notar algo extraño. Apenas pasadas las 18:00, la señal de los celulares había caído. No sólo el móvil en sí, internet, la radio; todo estaba caído. La gente comenzaba a hablar del tema, los que ignoraban la discusión actual, cuando a los pocos minutos comenzaron a escucharse gritos desde lejos. Una sola palabra, se repetía como pólvora.

 

Marines.

 

Mucha gente, aterrada, empezó a correr. Se había confirmado. El mayor miedo de los tres meses, se estaba confirmando. Los Marines estaban llegando a Nueva York por motivos desconocidos para todos. La policía, en parte, trataba de calmar a la gente. Otra parte, empezaba a correr en dirección a la costa. Algunos, parecían volver a la comisaría.

 

El caos se estaba liberando en las calles de New Jersey.

 

Sólo Vasily

 

 

Sólo Suzelle

 

 

Sólo Dasan

 

 

«¿Marines?» pensó Ella para sí misma. «¿Qué buscarán? Su presencia no puede significar nada bueno»

 

 

[Suzelle usa su percepción para tratar de identificar si la situación es, o no es, peligrosa]

 

Si la situación le parece peligrosa:

 

 

Si la situación no le parece peligrosa:

 

 

 

 

 

Tras los acontecimientos recientes, me encuentro bastante preocupado y alerta, pero cuando veo Roger entrar suspiro aliviado, si es él, el que entra por la puerta, es que la situación aun no es extrema y podemos conseguir intel y otras acciones que no lleven a la violencia directa, algo que me gustaría evitar a toda costa.

 

Tras sus palabras mi momentánea tranquilidad se evapora. Ha confirmado lo que muchos temíamos (yo entre ellos), habrá guerra, y seguramente por su tono no sea una cualquiera y sobretodo normal, ese hombre nunca exageraba y si decía que había que organizarse de manera rápida y contundente es que algo se cernía raudo y sin esperas. Cuando asimilo lo que nos ha dicho, veo que sale de la sala hacia el interior de la mansión.

 

Al verlo no puedo evitar pensar en Pablo, y si estará bien, ya que no se aun si los sucesos como el apagón y los aparatos eléctricos inutilizados ha sido en todas partes o solo en un sector de la ciudad. Mi primer impulso es salir de la mansión a escondidas para ir a ver si todo esta bien, pero me reprimo. No, primero debo sacar algo de información de que esta pasando, y con que grupo me tocaría integrarme, para así buscar una excusa para poder ir por libre, y para ello lo mejor que podía hacer era buscar a la persona a la que es mi jefe, el hombre que acababa de salir de la habitación.

 

Con unos movimientos furtivos y tratando de no llamar la atención de la gente, atravieso la puerta por donde ha desaparecido Roger, hasta encontrarlo. Tras visualizarlo, le llamo la atención con unos golpes al cristal cerca suyo, y cuando me ve, me acerco para hablar en voz baja.

 

- Agente Lucio presentándose, me gustaría saber cuales son sus ordenes para mi, y si me puede obsequiar con algún tipo de inteligencia sobre la situación que acaba de empezar, si debo actuar en solitario o buscarme un grupo de tres entre los presentes en el hall principal. - Todo lo digo con el máximo respeto y con un tono de voz neutro, este hombre expiraba peligro por todos los poros y lo mejor era tenerlo tranquilo y satisfecho. Espero su respuesta pacientemente, tratando de pensar en con quien juntarme si me tocaba buscarme un grupo de tres y como convencerles para ir hacia la casa de Pablo sin que supieran que era a el al que quería ver.

No me has comentado si hay algún otro guardaespaldas de Bárbara en la sala, pero voy a dar por hecho que sí, ya que somos cincuenta y tal

La guerra ha comenzado

 

Esas habían sido las palabras del mayordomo, Roger Stoneleer. Una sonrisa se formó en mis labios tras la noticia. Por fin, lo que fuera que se había estado gestando desde Junio, iba a dar comienzo.

 

Seguía recostado en la misma pared en la que llevaba casi media hora, de la cual ni siquiera me retiré en el momento de incertidumbre, en el que se apagaron las luces y eché mano de una de mis navajas, afilando al máximo todos mis sentidos. Eso había sido bastante raro, pero cuando había salido Roger a avisarnos, no parecía alterado, ni sorprendido ni preocupado. Cualquiera estaría preocupado porque alguien estuviera intentando colarse en la mansión. Pero no estaba tranquilo, como si todo estuviese bajo control. Contaba con este apagón y con que los teléfonos fallasen. Y eso indica que los señores Tizziani también.

 

Interesante.

 

Prácticamente junto a mí, a un par de metros, estaban el resto de hombres que habían venido también como escolta de Bárbara. Habíamos estado charlando a ratos sobre nada interesante. Hacía algo así como cuarenta y cinco minutos que me había separado un poco de ellos y echado mano al móvil para pasar el rato.

 

Por eso es una lata que se hubiera cortado la señal ahora me tocaría esperar de charloteo otra hora.

 

Me ajusté el sombrero mientras miraba la hora. Posteriormente, dirigí mi mirada hacia los presentes, pasando de uno a otro. Era el momento de ver cómo reaccionaba cada uno de ellos al mensaje. La mayoría se mantendrían fríos o al menos sabrían disimular bien, pero seguro que podía empezar a calar a alguno que ya se hubiera acojonado o emocionado más de la cuenta. Alguno que estuviera nervioso o que se viera inseguro. Si... era el momento de ver qué clase de guardaespaldas se gastaban los otros miembros de la familia.

 

 

Durante la asamblea, me mantengo ajeno y meditabundo. Mientras escucho con la cabeza baja, los ojos cerrados y los brazos cruzados, no puedo evitar sentirme profundamente afectado por cómo las personas se vuelven las unas contra las otras en tiempos de necesidad, en lugar de mantener la cohesión y trabajar juntos. Sin embargo, no es esto lo que me mantiene pensativo.

 

Pues es cierto que mi mente se halla en otro lugar: en mi casa. Preocupado por mi padre y mi abuela, la situación me parece confusa. ¿Cómo es que siendo mi padre el que está más al tanto de todo, y estando mi madre apenas integrada en los asuntos ciudadanos, es ella a la que he acompañado hasta aquí? ¿Y cómo es que es él quien se ha quedado a cuidar de la afligida anciana si, tristemente, estos días ya no pueden ni verse? El día se estaba presentando harto perturbador.

 

Aparte, Atsá no había aparecido en toda la mañana. Esto me descoloca en gran medida, pues jamás en todos estos años me he despertado sin mi leal amigo a mi lado, a pesar de la libertad de este para ir a donde le plazca. Definitivamente, los Grandes Espíritus parecen guardarse algo este día tan inusual, y tengo un mal presentimiento al respecto.

 

De repente, mi introspección se ve interrumpida por un sonido familiar. Descruzo los brazos y los llevo al interior de la túnica, sacando de ella mi arcaico móvil. Desbloqueo la pantalla para averiguar el origen del pitido que había emitido hace un segundo. Apenas han pasado las 6 de la tarde, y veo que la señal del teléfono se ha cortado. Momentos después, oigo cómo más personas anuncian lo mismo, visiblemente preocupados. No sólo eso: la radio, Internet... Nada parece funcionar.

 

«Alguna antena se habrá roto, supongo. », pienso. «No hay nada de lo que preocuparse. »

 

Aunque la verdad es que no sé si me lo digo como hecho o como vana convicción. Esta clase de cosas que se han ido sucediendo empiezan a virar a un sentido divergente de la casualidad, y no me gusta nada.

 

«Los animales huyen del peligro antes de que llegue... ¿Será por eso que Atsá desapareció esta mañana...?»

 

Sacudo rápidamente la cabeza, alejando ese pensamiento. No, aquel águila se supone que es mi espíritu guardían. Confío en la sabiduría de mi abuela, así que no es posible algo así. Un espíritu custodio nunca abandona a su protegido.

 

Pero, de pronto, un sonido inesperado vuelve a traerme a la realidad. Esta vez es un sonido distante, un sonido desconcertante, un sonido que no había oído desde hace mucho tiempo.

 

«¿Ese alboroto...? Pisadas, y muchas... Una estampida.»

 

Me levanto repentinamente de la silla, decidido a investigar de nuevo el origen del ruido. Mi madre me mira desde el asiento, confusa, sin enterarse de lo que está pasando.

 

Madre, tengo un mal presentimiento le comento. Voy a echar un vistazo: quédate aquí, por favor. Volveré en un minuto.

 

Así, hago mutis por el foro y, sin que ninguno de los hastiados debatientes lo note, salgo del recinto. Camino unos cuantos metros, oyendo la algarabía cada vez más cerca. Desde luego, era una estampida de gente, pero también gritaban algo: algo que no puedo descifrar del todo hasta que me hallo suficientemente cerca.

 

Entonces lo oí con claridad. Pude ver sus rostros llenos de pavor y sus movimientos teñidos de terror. Pude oír cómo apenas eran capaces de reunir la firmeza en su temblorosa lengua para clamarlo a los cuatro vientos.

 

¡Marines!

 

No puedo evitar sentirme, al igual que los otros, invadido por el pánico. Todo lo especulado... Todo lo anunciado... Aquello en lo que no quisimos creer... Lo que más temíamos... De repente, todo se había hecho realidad.

 

Y el sólo pensarlo le arrebataba a uno el aliento.

 

«No... No puedo comprenderlo... ¿Por qué ellos? ¿Por qué a nosotros? ¿No se supone que debían protegernos...?» Entonces, abro los ojos hasta su máximo, dando cuenta del peligro inminente. «¡Padre y la abuela siguen en casa! Debo avisarlos de la llegada de los Marines...»

 

Sin embargo, un recuerdo me pasa por la cabeza y hace que me muerda el labio con preocupación. Doy media vuelta y echo a correr por donde he venido, incapaz de no gritar lo mismo que acababa de pensar.

 

¡Mamá!

 

Esprintando tanto como me lo permiten mis largas piernas, intento llegar a toda prisa de vuelta a la asamblea. Desafortunadamente, no es posible adelantar al sonido, así que el flujo descontrolado de gente ya se ha desencadenado a mi llegada.

 

¡No! ¡Madre! ¡Madre! grito desesperado, llamándola mientras lucho contra toda la marea de gente, apartando como puedo a todos quienes me empujan hacia atrás ¡Madre! ¡Ven a mi voz! ¡Madre!

 

Quizá ella haya decidido volver por su cuenta, pero ese es un riesgo que no estoy dispuesto a correr. Si volviera y ella me hubiera esperado, jamás podría perdonármelo. No, no me iré hasta que sepa su ubicación.

 

Así, sigo abriéndome paso entre la enorme multitud, clamando por mi madre con todo el aire que mis pulmones pueden aspirar, cada vez más acuciado por el miedo.

Observé pasmado a la multitud que corría a mi alrededor, huyendo de una simple palabra: Marines.


¿A ese punto habíamos llegado? ¿A temer a aquellos que tenían que luchar por nosotros? He visto muchas cosas, he vivido muchas cosas. Sé que el mundo ya no es el que fue cuando yo era un adolescente. Sé que todo ha cambiado desde que se alzaron estas facciones, pero la idea de que los marines pudieran llegar y comenzar a disparar sobre la población civil sin ningún motivo, me parecía exagerada. Sé que los militares ha hecho auténticas barbaridades a lo largo de los años, pero, ¿disparar sobre civiles inocentes y desarmados que acudían a una asamblea? No, no va a pasar. Quiero pensar que la humanidad aún no está perdida.


Las comunicaciones han caído. Internet, televisión, radio... Todo está caput. Ignoro quién cojones habrá sido el responsable, pero si quería aterrorizar a la población, lo ha conseguido. Y como todos sabemos, una nación asustada es más fácil de dominar.


Me pregunto cómo estará Ada. Lo más probable es que esta caída de la red la haya pillado con su portátil a mano, o tal vez viendo la tele. Sea como sea, estará muy asustada, arrepintiéndose de no haberse marchado de Nueva York cuando tuvimos oportunidad. Al menos, intentaré volver con ella llevando noticias que puedan tranquilizarla, o eso espero.


Respiro hondo y decido ir contra corriente, esquivando a la multitud que está avanzando la zona en estampida. Entretanto, yo echo a caminar hacia adelante, buscando con la mirada a los policías. Dado que se encontraban juntos, no creo que me cueste mucho divisarlos entre la marea de gente. Me abro camino entre los civiles despacio, agitando los brazos sobre mi cabeza al tiempo que grito a pleno pulmón:


-¡¡Agentes!! ¡¡Necesito hablar con ustedes!! ¡¡Agentes!!


De esa forma, voy avanzando entre la interminable marea de neoyorquinos asustados, dejando claro que mis intenciones son amistosas. Creo que mi altura será suficiente para que alguno de los uniformados se fije en mí.

Si consigo captar la atención de algún policía, llego hasta él y me permite hablarle

Estaba fumándome un cigarro en un cuarto de mantenimiento, a oscuras, con visibles ojeras y apoyado en la pared. Aproveché y me escabullí dos minutos para hacerlo. Llevaba horas en pie, trabajando, y necesitaba consentirme un poco en la nicotina. Cuando acabé de fumar, suspiré y volví a la zona de civiles, evitando acercarme mucho a la gente para que no les llegase el olor. 

 

Luego pude ver cómo Du Mont llegaba al escenario y comenzaba su discurso. Observé, con los brazos cruzados, cómo hablaba. Realmente tenía carisma. Y realmente la gente lo seguía como al salvador. Siempre está bien que la gente tenga alguien o algo en lo que depositar sus esperanzas.

 

Poco después comprobé mi móvil. Algo estaba fallando. No puede ser que la cobertura desaparezca en la gran urbe. Es algo... Muy sospechoso. Tal vez haya habido una falla general en la compañía de telefonía móvil, pero estuve hablando un momento con un compañero. Él tampoco tenía cobertura o internet. Y era de Verizon. Así que no era cosa de que la hubiese cagado al contratar AT&T.

 

Nos dispusimos, con tranquilidad, a buscar un teléfono fijo para comprobar su funcionamiento, pero antes de eso, la luz se fue y todo el mundo se quedó en silencio. Incluso Du Mont.

 

¿Qué está pasando, Jim?... dije girándome. Pero no pude encontrar a James. Lo debí haber perdido entre los movimientos de la marabunta cuando se ha ido la luz. 

 

 

copian?... Escúch despej ona civile Rep aquí Riv ain, ¿me co? entre estática, pude discernir lo suficiente para darme cuenta de que las órdenes eran serias y venían de arriba.

 

Encendí la linterna de mi móvil y alcé el mismo en el aire antes de tomar la palabra.

 

¡Atención! ¡Procedan a la salida de una forma tranquila y ordenada! ¡El discurso de hoy se ve pospuesto por la eventual fallida técnica de los servicios energéticos! ¡Repito, todos aquellos civiles quienes se encuentren en el vestíbulo, se les ruega proceder a la salida, de forma tranquila y ordenada! exclamé tras la multitud. 

 

Luego encendí la linterna, en caso de tener, para no agotar la batería del móvil. Si los civiles habían acatado, iba controlando la salida, mientras les recomendaba volver a casa, y les deseaba una buena tarde. Cuando se hubiese acabado la evacuación, supongo que mi superior cerrará a cal y canto el vestíbulo, y me dispondré a buscar en todo recoveco por si hay alguien que se haya decidido a esconderse dentro del edificio. 

«Justo ahora... ¿por qué no le dejan terminar, mi Señor? Debe terminar el discurso...»

 

Pero es inútil, la gente ya ha empezado a desalojar el recinto, y el discurso no se reanudará... Empiezo a dejarme guiar por la multitud hacia la salida, cuando observo a un pareja caer al suelo.

 

«Vuestra fé es igual de débil que vuestras piernas... »

 

Paso de largo, pero de repente el doctor Martin aparece en su ayuda... Y meto mi mano en el cuello de la camisa y aprieto un pequeño crucifijo con fuerza, dejándo unas pequeñas macas rojizas en la palma de mi mano.

 

«Eres un idiota Liam... 'ayudar al prójimo', 'socorrer al necesitado', cumple con tu deber...»

 

Me dirijo hacia los caídos, apartando a la gente y abriéndome camino hasta llegar junto al doctor Martin, y le ayudo a levantar a la mujer embarazada y al anciano. Si no hay heridas de gravedad, los acompañaré a la salida. Si hay alguna herida grave (cadera rota, problemas en el embarazo...), intentaré apartarlos del flujo principal de gente para evitar ser pisoteados, y cuando la zona se vacíe un poco, pediré ayuda para llevarlos hacia fuera con seguridad.

 

Si logramos salir, supongo que debería volver a la clínica, pues cuando ocurren problemas de este estilo, siempre se pueden esperar más heridos y enfermos...

Mientras la gente comienza a caminar hacia el exterior, puedes notar como la radio frecuencia muere completamente. Tu comunicador se volvió, a efectos prácticos, inútil.

 

La gente deja el recinto, pero estás seguro de que es el apagón de luz el causante, no las palabras del resto del equipo de inteligencia. Acompañas a tus colegas a dirigir a la muchedumbre fuera, mientras iluminan el camino. Ahora estás seguro, este apagón es general. Caminas algunos metros, guiando gente, y hasta tienes que cruzar la calle para poder mantener el tráfico de gente funcional, y no estancados dentro de un mismo lugar. Estás atento, constantemente, a lo que sea que pudo haber causado esa transmisión que les pedía evacuar. Pero así como tus ojos casi no ven a los civiles, ellos casi ni escuchan. Es más, podrías asegurar totalmente que ni te están,

 

 

Terremoto.

 

 

Tu línea de pensamiento se corta instantáneamente. El piso tiembla. En Nueva York, lejos de cualquier falla tectónica... el suelo está temblando. La gente grita en pánico. Y aunque el Empire State fue construido pensando en el improbable caso de un tsunami... esa realidad no era cierta para el resto de los edificios, que no contaban con las bases especiales de la gran torre de la ciudad.

 

Escombros. Muchos escombros empiezan a caer. La gente corre, y te empuja. Anonadado observas el edificio sobre tu cabeza... que comienza a estar literalmente... apenas unos metros por encima de tu cabeza.

 

 

 

 

Bajo toneladas de concreto, aprisionado por metal. Una muerta instantánea y casi sin dolor. Aunque no fuiste el único en fallecer esa noche.

 

Entre Anton y tú logran alejar a la mujer y el anciano del peligro inconsciente del grupo de gente, aunque se vieron ambos envueltos en la marea. Caminan, pensando en tomar dirección a St. Mary.

 

Sólo un bloque de avance, y pese a eso el ritmo es mortífero. Realmente, centenas de miles de personas rodeaban el Empire State, incluso para esa hora. La Orden definitivamente profesaba esa fe.

 

Anton y tú hablan levemente, aunque con la oscuridad no puedes verle el rostro, algo te hace sospechar que ha notado las pequeñas marcas en tu mano. Quizás hasta puedas afirmar haberlo escuchado suspirar.

 

Mientras se pone a dar un listado de cosas que tendrá que buscar por prevención, puedes notar como ya están por dejar atrás el cerco policial.

 

Terremoto.

 

Sin aviso, sin lógica alguna... el suelo de Nueva York comienza a temblar. La gente grita, desesperada, mientras ves... con horror, como un bus pierde el control. La mole metálica comienza a girar sobre si misma, impactando contra el suelo al menos una vez por segundo. El cerco policial se quiebra, los restos de tres oficiales aplastados contra el suelo. Centenares de personas en el camino antes que tú comienzan a desaparecer bajo las fauces del bus. Hasta que llega a donde están.

 

 

 

Puedes ver a sólo unos metros, los restos del torso del doctor Anton. Has perdido un brazo y una pierna, tratando de quitarlo del camino. El crucifijo se te clavó en el esternón, bloqueándote la respiración.

 

Te repites que deberías haber seguido mejor los preceptos. Te lo repites hasta que el aire deja, por última vez, tus pulmones.

 

 

No había acuerdo claro.

 

¿Estás loco Ragna? No podemos dejar este lugar vacío. Si los Marines lo encuentran, perdemos todo. Vladimir dijo que hay que cubrir este lugar... no hay forma de que lo deje al descubierto.

 

 

 

Scorpio siempre había marcado con sutilezas su intención de marcar el mando ante la ausencia de Vladimir. Pero la situación estaba dejando las sutilezas de lado.

 

Hay que conseguir un método de energía, pero no vamos a dejar el lugar. Ve con Max y John a chequear los alrededores. Si al menos este corte de energía fue general o no. Luego, nos fijamos cómo resolver esto

 

Quisiste replicarle, pero sentiste una mano en el hombro. Era Max.

 

Bien Scorpio. En quince estamos de nuevo.

 

Le hizo una seña con la cabeza a John y te miró a los ojos antes de que suspiraras y lo terminases siguiendo. Tomaste una pistola, aunque el que llevaba el rifle era John. Salieron con cuidado, pero la oscuridad del exterior en pleno atardecer ya era una confirmación de que ese apagón había sido generalizado.

 

Caminaron con cuidado, pero habían elegido bien el barrio dentro de Inwood. Ningún civil pareció dedicarles el tiempo suficiente para observarlos, la mayoría huía, mientras el grito de "Marines" se oía de fondo. La plaza que muchas veces usaban para recolectar intel social, había quedado cien metros atrás.

 

Mientra caminaban, recordabas el mapa de la zona luego de tanto tiempo de estudiarlo. A no mucho, media hora caminando, había un hospital abandonado. Quizás, un grupo electrógeno, aunque fuese vacío, todavía era recuperable de los restos del lugar. Pero por el momento, pese a la presión, no podías evitar sonreír de estar afuera luego de nueve días en el cuartel.

 

 

Terremoto.

 

 

El piso comenzó a temblar sin previo aviso. Varios autos comenzaron a salirse de su ruta, impactando contra las construcciones, mientras ustedes perdían pie y trastabillaban.

 

¿Qué demonios?, ¿terremotos en Nueva York?

 

Max gritaba, asombrado ante el suceso, cuando de repente vieron el pequeño edificio junto a ustedes, comenzar a venirse abajo lentamente. Y ustedes estaban en el camino.

 

 

 

No terminaste de comprender completamente cómo ocurrió, que ambas piernas terminaran bajo esos escombros. No había nada ya por debajo de tu medio muslo. O más bien, sólo había un exceso de sangre. Observando mejor, veías como lo que debía ser el torso de Max yacía bajo un fragmento de escombros que había atravesado su cráneo. De John, había quedado el rifle y un brazo.

 

Caíste al suelo, shockeado, incrédulo, casi intentando reirte esperando que fuera un sueño. Pero el dolor era tan real, que el cerebro no estaba pudiendo procesar todo. El corazón no podía latir bien. Con los ojos bien abiertos, mirando el cielo, la vida se te escapa en un último aliento mientras tu corazón falla.

 

 

 

Tienes suerte de que Don Tizziani ha hecho su habitación a prueba de escuchas, Lucio. Sabes bien, que nadie debe interrumpir la reunión. Con las dos manos en la espalda, el guardaespaldas te observa con el rostro que conoces, el rostro que deja a entender que estuviste muy, muy cerca de ser aleccionado.

 

Don Tizziani se encargará de decidir por todas las Herramientas como nosotros, Lucio. Sobre los reportes, simplemente esto no nos toma por sorpresa, pero justamente serán ustedes los que deberán traernos reportes a nosotros. Ese será su trabajo.

 

Sin decir más, Roger se dio media vuelta y caminó hacia la habitación de Don Tizziani. Te diste media vuelta rápidamente, y descendiste la gran escalera, consciente ahora sí de ser observado por todos los presentes que no trabajaban para Don Tizziani. Pasaste de largo sin mirarlos, hacia el ala de Herramientas, y de ahí uno de los tantos accesos ocultos al patio frontal. Una ruta ideal para no ser visto.

 

Caminaste y te mezclaste entre los guardaespaldas exteriores, meditativo, esperando a escuchar algo que le indicara cómo empezar a construir la investigación. Notaste a dos alrededor de un auto en la calle de enfrente, y cruzaste a escondidas para averiguar algo más de parte de los choferes.

 

Terremoto.

 

Sin aviso previo, un terremoto comenzó a sacudir la zona. Los choferes cayeron al suelo, así como en tu caso quedaste junto a las ruedas de un auto. Podías notar como la mansión resistía el terremoto, pero no así lo que había fuera del terreno.

 

Un árbol se desprendió, arrastrando consigo los cables de tensión energética. Cayeron sobre el auto que tenías junto a ti, y respiraste tranquilo por unos segundos. Al menos hasta que comenzaron a desprenderse escombros de un edificio, aplastando aún más el auto, y generando el temible efecto rebote.

 

 

 

No sabes dónde aterrizaste luego de la explosión del tanque de combustible. Tampoco te importó. Una esquirla de metal te atravesaba el pulmón, y una pierna se amputó en la propia explosión.

 

Durante un par de segundos, sentiste el dolor emanando de cada poro de tu piel chamuscada. Pero no duró mucho el dolor. Cuando la sangre terminó de inundar tus pulmones, sólo un par de segundos te separaron de cerrar los ojos de forma definitiva, en medio de la calle de Brooklyn frente a la mansión.

 

 

Casi el total de los guardaespaldas, no solo que no están alterados, sino que ni fingen mantener la calma. Son todos profesionales, aunque algunos tienen experiencia mucho más clara que otros, siendo los trabajadores de Faustino y Carmela -los dos hermanos menores- los más decepcionantes.

 

Los seis hombres de Bárbara y tú se mantienen impertérritos, dignos de ser los trabajadores de la mayor de las hijas Tizziani. Los únicos que superan su impecable actitud, son las "Herramientas" de Don Tizziani, los mayordomos y agentes presentes, que van moviéndose, entrando y saliendo tan seguido, que su cantidad total era incalculable.

 

Puedes ver como una de esas "Herramientas" sube la escalera, detrás de Roger, como si tuviera algo que decirle. Te consta que sólo ha podido hacer eso por trabajar directamente para Don Tizziani, porque cualquier otro idiota que lo intentara, sería potencialmente carne para los perros.

 

Ves como mucha gente empieza a murmurar por sus comunicadores, aunque notas como tienen que repetir varias veces, como si la señal no funcionara. Algunos deciden salir para buscar mejor recepción, momento que aprovechas para escabullirte y oír lo que uno de los guardaespaldas de Alejandro tiene para decir.

 

Lo sigues hasta la calle. Mantener la mansión cerrada es innecesario desde el momento en el que el barrio les pertenece. El hombre habla, pero la distancia aún no es la suficiente, aunque puedes captar claramente que hablan de "Brooklyn East", como si algo ocurriera allí.

 

Terremoto.

 

Sin previo aviso, el suelo comienza a vibrar fuertemente. Las sacudidas destrozan los vidrios de varios autos de la calle, y aunque sorprendentemente la Mansión parece aguantar, el resto de la calle no responde a esa cualidad.

 

Un poste de luz comienza a caer sobre un auto casi al lado de donde te escondes. Ves casi en cámara lenta el momento, pero tus piernas no te dejan reaccionar por el temblor. Y ves el momento donde impacta el auto, abriendo el motor de un golpe sordo. El olor a combustible inundó el ambiente, y el alivio de la falta de electricidad en el barrio duró lo que tardó la batería del auto en caer sobre el combustible.

 

 

 

El aterrizaje contra el suelo ni siquiera fue doloroso. Tu piel chamuscada ya no tenía forma de sentir los cortes contra el cemento. Tus ojos ya no veían. Tus tímpanos se habían resquebrajado, y el equilibrio era un sueño imposible. Durante varios segundos, estuviste tirado en el suelo, inerte, hasta que el corazón terminó de fallarte por el impacto, y la vida se te escapaba de un último suspiro.

 

 

Sigues a la policía, no obstante no te dan el tiempo para contestar. Notaste que recibieron órdenes en sus radios, pero la interferencia era tal, que parecía estar muriendo el sistema.

 

Los seguiste hacia la bahía como podías, esquivando la multitud de gente, pero eran muchos. Casi los pierdes más de una vez, pero lograste llegar al punto donde la vista te impactó. Tres fragatas estaban detenidas frente a la costa, como si observaran la ciudad. Además, lo que parecía ser un rango alto de la policía ladraba órdenes, distribuyendo a sus hombres. Notaste como tres hombres se dirigían rumbo al puente que conectaba con Staten Island, donde una nave enorme se hallaba hacia el sur, además de múltiples barcos pequeños.

 

Anotaste en tu libreta la localización de algunos barcos y su cantidad, mientras te acercabas al policía para tratar, ahora sí, de pedir explicaciones. Pero a mitad de camino, mientras la gente que te topabas era cada vez menos, notaste al oficial alejarse un poco.

 

Comenzaste a trotar un poco para darle alcance, pero no había forma de hacerlo sin chocar más gente en el proceso.

 

Terremoto.

 

Sin aviso, sin idea siquiera de que Nueva York podría sufrir uno, el suelo comenzó a temblar. Y casi como orquestado, una explosión se hizo notar a pocos metros, provenientes de las vías del tren. Un derrumbe sobre la línea de metro que había casi a tus pies empezaba a propagarse, y cuando corriste para alejarte, una segunda explosión te sacó los pies del suelo.

 

 

 

Junto a ti, muchos cadáveres caían al agua. Escombros y pedazos múltiples de cemento llovían. Fue a los pocos segundos que tu cabeza dejó de retumbar, que viste el hierro atravesado en tu abdomen. La sangre manando de la herida, flotando hacia la superficie mientras que la viga de hierro te hundía más en el agua.

 

Los pulmones comenzaron a llenarse de agua, y antes de que terminaras de tener estertores, el corazón falló.

 

Inerte, siguiendo profundidad de la pequeña marea, tu cuerpo sin vida se hunde en el río.

 

 

Comenzaste a recorrer toda la zona de la asamblea, pero la marea de gente hacía imposible poder distinguir correctamente una cara. Los empujones y apretones de quienes te rodeaban, pese a tu contextura física, te desconcentraban.

 

Trataste de ganar altura, pero ni siquiera subiéndote a un poste alcanzabas a diferenciar algo. Decidiste seguir la ruta costera, que era la vía principal, y donde la mayor cantidad de gente debía haberse reunido.

 

Notaste mucha gente huyendo del sector costero, y al acercarte pudiste notar el porqué. Tres fragatas estaban ancladas a poco de New Jersey, como si observaran la ciudad desde su lejanía. Esa vista te heló la sangre durante unos momentos, y te moviste a trompicones entre la gente, sin notar que en un mal paso, pasaste a formar parte del grupo que descendía casi como avalancha hacia la boca del metro.

 

Hechos una maraña de seres humanos, aplastado contra una pared, seguías sin poder ver a tu madre por ningún lado. Y no había forma clara de subir nuevamente las escaleras, que seguían llenándose con gente.

 

Terremoto.

 

Fue repentino. Casi como si esperara a que la estación se llenara, el suelo comenzó a temblar. Una explosión, de origen desconocido, tuvo lugar por arriba. Y entre los gritos de toda la gente, podías escuchar un descarrilamiento. Un desprendimiento del techo se producía, y su aterrizaje era el cómodo cuerpo de seres humanos.

 

Concreto, y más concreto, hasta que la calle misma, comenzó a enterrar a la gente. Una polvareda de humo violenta se levantó, y con eso perdiste visión de lo que sea que ocurría a centímetros tuyo. Con el corazón en la boca, podías ver como sólo a metros, lo que antes eran personas, ahora eran carne bajo el cemento. Y no tuviste tiempo suficiente para entender porqué habías escuchado un descarrilamiento.

 

 

 

El tren impactaba contra el cemento, destrozando las pocas columnas aún de pie, los vagones salían disparados en todas direcciones.

 

La tuya incluida.

 

La mitad de tu torso atravesó la ventana, y cayó inerte dentro del vagón. El resto, quedó entre la pared y el metal. Sin dolor y sin sufrimiento, el accidente te quitó la vida.

 

 

Lo que sea que estaba ocurriendo, probablemente fuera producto de la histeria general, más que de algún hecho concreto. Incluso aunque se acercaran los Marines, nadie sabía el motivo, así que asumir lo peor era una actitud demasiado extremista.

 

Con presteza, te dirigiste al laboratorio, sólo para encontrarte una situación de caos similar pero a menor escala. No tuviste tiempo siquiera de buscar tu bata antes de que te dieran órdenes. Había que transportar unas copias de archivos para el Paper de forma urgente, pero las calles estaban imposibles con un congestionamiento repentino causado por la confusión y los encargados de transportar los archivos de los laboratorios habían dejado el lugar hacía diez minutos, aterrorizados. Tendrían que ir a pie, casi a media hora. No pudiste hacer una sola pregunta, antes de que tu jefe tuviese que repartir más tareas. Otras seis personas fueron cargadas con cajas. Notas, recién al momento de dejar el edificio, que no has visto a Adele en ningún momento.

 

A mitad de camino pasan frente a un café latino, rumbo al archivero de la biblioteca que tiene alquilado el laboratorio. Sigues al grupo, aunque cada vez más gente se nota alterada por los eventos, sabes que la histeria general es brusca. Frenan delante de las vías del tren, detenidos por la barrera mientras el tren se acerca. Tus compañeros de laboratorio están discutiendo al respecto, sobre distintos rumores de los Marines, pero nada que sea determinante; nada que se aleje completamente de la especulación y pase a los hechos.

 

Terremoto.

 

Repentinamente, sin aviso. El suelo comienza a temblar. Sabes bien que Nueva York no está en una falla, este terremoto no debería tener sentido. Pero es lo suficientemente real como para derribarlos al suelo, a toda la gente en la calle incluida. Los papeles salen volando, y un chirrido metálico comienza a escucharse.

 

Entonces ves la locomotora del tren descarrilando, pasando de largo la calle y arrasando con un pedazo de edificio, y los vagones detrás comenzando a agolparse uno sobre el otro, chocando y aplastando autos en el proceso.

 

 

 

Se te hiela la sangre en el momento en el que el fuego se te acerca. El flashazo repentino de luz es lo último que ves antes de que el calor te calcine la piel y los ojos se fundan al instante del impacto. Sales volando, aunque los pocos resabios de vida de tu cuerpo acaban cuando impactas contra el suelo, a diez metros de donde estabas de pie, completamente calcinada por la explosión.

 

 

Ella se quedó pasmada, mirado al horizonte. Por unos segundos, sintió que no había nada ni nadie a su alrededor.

 

Entonces, de la nada, una sonrisa apenas perceptible se dibujó en su rostro.

 

 

Tomó el celular con su mano temblorosa (un modelo rosado, adornado con un pequeño trebol) y presionó el botón de enviar. Sonrió.

 

 

Suzelle ¿Qué pasa? dijo alguien del grupo, al darse cuenta de que la chica se había quedado atrás. ¿Estás bien?

 

Sí respondió Suzelle, dejando que la sonrisa de su rostro se marchara. Es sólo que por fín recibí algo que había estado esperando.

 

Ah, esto... vale respondió la voz.

 

Suzelle ignoró el comentario, respondiendo con un ligero gesto de amabilidad; luego, se dispuso a levantar las cajas que había dejado caer.

 

No podía creerlo, había pasado gran parte de su vida tratando de probar la existencia de aquello que la ciencia no podía explicar, sin éxito; y ahora, acababa de recibir una gran oportunidad directamente en sus manos: una visión, acompañada de un mensaje. Suzelle no lo pensó ni dos veces,  y apenas leyó el mesaje, su respuesta fue "Sí".

 

Quería vivir, para poder encontrar una explicación a lo que acababa de sucederle.