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Xbox One sin Kinect ¿Acierto o Error?

La decision de Microsoft de dar la opción de comprar Xbox One sin Kinect supone el desmantelamiento de la última pieza de la visión original de la consola. Analizamos sus posibles consecuencias.

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La decisión de Microsoft de comenzar a vender Xbox One sin Kinect se enmarca en la dinámica que la compañía ha seguido de derribar todo lo que había intentando implementar y justificar antes y durante el E3. Las políticas de conexión permanente, el límite a los juegos de segunda mano, Kinect como una parte inseparable de la experiencia… todas esas visiones supuestamente revolucionarias han caído como castillos de naipes ante la fuerza de la realidad y de la competencia. La última línea roja, el incorporar Kinect como parte inseparable de la consola -aunque su uso ya no fuera obligatorio-, acaba de ser borrada de plumazo y por supuesto ahora hay opiniones de todos los gustos y sabores sobre el acierto o el error de esta estrategia.

A favor, poder competir mejor con Playstation 4

A favor, los argumentos son más que evidentes, la opción de vender Xbox One sin Kinect a 399 Euros supone la posibilidad de ponerse en paridad de precio con PS4, un factor determinante en la recién empezada competición entre ambas. Hasta ahora, Microsoft había fracasado en vender el nuevo Kinect como una experiencia diferenciadora que justificara esos 100 euros adicionales. De hecho, la narrativa en círculos especializados en estos primeros meses ha girado casi en exclusiva a las demoledores comparativas entre juegos en ambas consolas, con la consola de Sony ganando claramente todos los duelos. Kinect ha sido prácticamente ignorado en este arranque de generación, dejado como mera curiosidad en la mayor parte de juegos, sólo siendo pieza central en Kinect Sports por motivos obvios. Cuando la rival directa es más barata y más potente, algo tienes que hacer y Microsoft en estos primeros compases lo ha intentando con juegos, especialmente la exclusiva de Titanfall, que tanto ha vendido como punto diferencia contra la competencia. El juego ha resultado excelente y ha contribuido a las ventas de la consola, pero después de un gigantesco esfuerzo de marketing, las cifras norteamericanas en el NPD reflejaban que PS4 seguía por delante, a pesar de que USA es un mercado que 360 dominó cómodamente frente a PS3. Ahí se debieron encender todas las alarmas.

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A favor, una oferta más atractiva para el jugador

Con una opción al mismo precio, Microsoft podrá transmitir de manera mucho más efectiva su mensaje sobre la calidad de sus juegos y exclusivas. Al aficionado entusiasta del videojuego, al que se gasta cientos de euros para tener una consola en su primer día, no le interesa Kinect en líneas generales. Por mucho que haya mejorado, la tecnología sigue siendo limitada, dada a errores y por tanto poco apta para el juego, así que ese sobrecoste es difícil de justificar a la hora de hablar a ese público. Con la opción de dejarlo fuera, será más fácil para Phil Spencer y su enfoque centrado en el jugador tradicional el convencer al aficionado medio de las virtudes de Quantum Break, Sunset Overdrive y los Halo/Forza/Gears of War que aspiran a seguir formando la columna vertebral de las ventas de One, como lo fueron en 360. Es una posición mucho más cómoda desde la que tratar de competir con Sony y muchos lo perciben así, como el propio vicepresidente de Epic, Mark Rein, que celebraba la noticia efusivamente: "ese es el camino, como esperaba, se están tomando decisiones más inteligentes gracias a que Phil Spencer está al cargo".

En contra, la visión original de Kinect 2.0 ha muerto

Por otra parte, la compañía tiene que pagar un precio público. Hay algo más de cuatro millones de Xbox One vendidas en el mundo -más de cinco millones distribuidas en tiendas-, y esos usuarios confiaron en la visión de Microsoft como para pagar 100 euros o dólares más por la consola. Para muchos de estos usuarios, Kinect era un valor añadido y entendían que al estar integrado con la consola de forma irrenunciable, su evolución sería constante durante esta generación. De forma inequívoca Microsoft había insistido en que era un elemento irrenunciable de Xbox One, y ahora ya no lo es. Sí, desde la compañía el mensaje ha cambiado a que la experiencia completa es con Kinect, que Kinect sigue muy vivo, que seguirá en desarrollo y progresión constante con contenido específico. Sin duda. Pero la realidad es que ya no hay una obligatoriedad de tener Kinect y por tanto ha fragmentado su mercado.

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En contra, inevitable fragmentación del mercado.

Los lamentos de integrantes de Harmonix, con proyectos exclusivos de Kinect como el de Fantasia, estaban más que justificados. Otros desarrolladores con ideas de crear experiencias dependientes de Kinect, como Hidetaka Suehiro y su D4, tendrán ahora que elegir entre rediseñar su juego para acomodarlo a la posibilidad de jugar sólo con mando. o lanzar un juego sólo para una parte del público de One. Y nos podemos olvidar de que las compañías externas hagan algo realmente único e imprescindible con Kinect en sus versiones en One, los desarrollos multiplataforma son exigentes y los grandes estudios no contemplarán hacer las cosas demasiado diferentes dependiendo de si el periférico está o no conectado. Otro nbmbre en la industria como Rami Ismail, el co-fundador de Vlambeer, también han expresado claramente su decepción: "había un número de desarrolladores que creían en esa visión: el trato era que cada Xbox One tendría Kinect".

En contra, compradores desilusionados

El futuro que tenía Kinect ya no existe con esta decisión. Ahora tendrá uno distinto, pero no el que se prometía. Microsoft tendrá que encajar acusaciones de haber traicionado su visión, y habrá usuarios que se sentirán dolidos de haber puesto ese dinero adicional en un dispositivo que se vendría como un pilar fundamental de la experiencia One y ya no lo es. Ese es el precio que tiene que pagar la compañía por esta decisión. Quizás, en un futuro, si se consigue crear una experiencia fantástica e imprescindible en el periférico, estas quejas caigan en el olvido, pero ese es un quizás bastante grande a día de hoy-. También tendrán que afrontar las normales reacciones de personas que ha pagado sus 500 euros/dólares por la consola, quizás muy recientemente para jugar a Titanfall, y ahora se encuentran que la plataforma es una quinta parte más barata. La compañía ya ha anunciado que no habrá "programa de embajadores" ni nada parecido para compensar a los usuarios que ya tiene. La compañía  argumenta que "Como ocurre con muchos productos de primera generación, la oferta puede variar y evolucionar con el paso del tiempo. Kinect sigue siendo parte integral de nuestra visión. Xbox One es mejor con Kinect." una argumentación que cuentra con réplicas en los propios usuarios de MeriStation, como lancelot13: "Si vendes una consola que incluye de serie un periférico, y aseguras que es una parte esencial e indivisible de tu consola, y más tarde cambias ese enfoque vendiendo la consola sin él, están causando un perjuicio a los primeros compradores."   

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Coclusión: Kinect ya no es fundamental

Sobre si la decisión ha sido un acierto o un error, sólo el tiempo lo puede decir. Ahora Microsoft puede encarar el E3 con un mensaje más potente para el público entusiasta del videojuego, que generalmente siempre ha sido bastante vocal en contra del periférico. El precio que ha pagado es el de enterrar, ya definitivamente, cualquier esperanza de transformar el mercado de las consolas en algo distinto a lo tradicional. Xbox One es una consola de videojuegos con un mando, más sus funciones multimedia, ni más ni menos, se acabaron las revoluciones en el salón del hogar. A partir de aquí serán los elementos tradicionales de la industria como el catálogo, el marketing, la distribución y las exclusivas los que determinen la naturaleza de la contienda. Kinect podrá ser un complemento en esa batalla, como lo puede ser también la cámara de PS4, o Project Morpheus quizás, pero en ningún caso será ya una parte fundamental del enfrentamiento entre estas dos plataformas.

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