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The Flame in the Flood: Complete Edition

The Flame in the Flood: Complete Edition

  • PlataformaPS47.5
  • GéneroAventura, Acción
  • DesarrolladorThe Molasses Flood
  • Lanzamiento17/01/2017
  • TextoEspañol
  • VocesInglés

Análisis The Flame in the Flood

The Flame in the Flood es un precioso juego post-apocalíptico de supervivencia situado en una América profunda inundada. Un fin del mundo en el que siempre podremos contar con nuestro perrito.

Actualizado a

Hace unos años varios desarrolladores que trabajaban en proyectos tan ambiciosos como Bioshock, Halo o Rock Band decidieron dejar de lado la industria del AAA para poder dar rienda suelta a su imaginación y hacer algo más personal como pequeño estudio independiente. De ahí surgió The Molasses Flood cuyo primer título, The Flame in the Flood, es un juego de supervivencia rogue-lite que tiene lugar en la América profunda; esta vez más que nunca ya que todo se ha ido al garete y el mundo está inundado. Tras pasar el año pasado por Xbox One y PC, llega ahora a PlayStation 4 con comentarios por el director y algunas mejoras en el gameplay.

El juego nos propone un mundo que lleva ya un tiempo siendo apocalíptico, donde la arquitectura, edificios y demás elementos que se hacen eco de la capacidad única del ser humano de construir quedan exiliados en las pequeñas islas que han podido sobreponerse a la gran inundación. El ser humano es una especie ya casi extinta en la Tierra, y solo quedan unos pocos aquí y allá: unos locos, otros optimistas, otros resignados. Lo salvaje ha dominado el poco terreno que queda. Y sin embargo, no estamos solos. 

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Scout, la protagonista, comienza la aventura sentada al calor de una fogata en la fría noche en la que llega un perro con una mochila en la boca; en ella hay una radio que, tras tanto tiempo desde el apocalipsis, sigue emitiendo una señal. Como es de suponer, nuestro objetivo es averiguar dónde está la emisora, si hay alguien más ahí fuera, si hay una salvación a esta vida de perros. 

Tras unas pequeñas indicaciones de los carteles de la isla que sirven a modo de tutorial (cuidado con los lobos por la noche, no bebas agua estancada o acabarás envenenada, fabrica tus primeras herramientas) nos embarcamos en nuestra lancha, donde comienza nuestro viaje río abajo, esquivando los altos edificios que aún asoman su nuca por encima del agua, intentando coger el botín que hay en algunos lugares y estando pendientes de no pasarnos el muelle de alguno de los distintos tipos de islas generadas proceduralmente. 

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Todos los elementos del juego son procedurales: desde los distintos cauces que puede tener el río, como los tipos de islas, los lugares donde pueden aparecer unos u otros personajes - con excepciones para el modo campaña - o el qué encontraremos dentro de cada isla: los recursos, los animales a los que podemos dar caza, los materiales necesarios para ello, frutos con los que alimentarnos, coches que saquear para encontrar tornillos, autobuses estancados que nos pueden hacer las veces de refugio o tablones par nuestra maltrecha embarcación… Todo ello es completamente aleatorio con ciertas excepciones: en las islas marcadas como refugio siempre habrá una iglesia, en las que lo estén como enfermería siempre habrá materiales necesarios para construirnos vendajes o darnos puntos, en aquellas con el icono de una fogata nos esperará una hoguera y algún animal que cazar.

Al desembarcar en nuestra primera isla hacemos acopio de todo lo que vemos o de lo que Aesop nos avisa ladrido mediante, y conforme vayamos aumentando el número de objetos conocidos y creados, más recetas tendremos disponibles para fabricar ropa, trampas para conejos o jabalíes, bebidas medicinales o incluso agua potable. El crafteo y la exploración de cada rincón son necesarios para que nuestros indicadores de hambre, sed, frío y cansancio no disminuyan, para sobrevivir. Y tan necesario como esto es la correcta gestión de un inventario muy limitado pero relativamente ampliable, combinando distintos objetos para ganar un hueco más, dejando los materiales imprescindibles por lo que pueda pasar en la bolsa de nuestro perruno acompañante, almacenando lo que no vayamos a usar en cada isla en la barca; es un sistema que complica el juego, que nos hace quedarnos mirando a la pantalla frecuentemente pensando una alternativa u otra. También es un sistema que se hace pesado al no poder descartar varios materiales apilados a la vez o no poder cambiar intercambiar objetos.

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Conforme vayamos avanzando río abajo (que se divide en diez zonas distintas en las que cambian ligeramente el diseño y la frecuencia de ciertos tipos de islas) las cosas se pondrán más difíciles: las presas fáciles como los conejos serán menos frecuentes que los lobos de los que solo podremos huir y rezar por preparar la trampa antes de que llegue; las serpientes rodearán los campamentos o los diluvios durarán días antes de que encontremos un refugio. Y más pronto que tarde, moriremos porque no conseguimos llegar a los medicamentos de la barca cuando nos picó aquella serpiente, porque decidimos usar aquel trozo de carne para envenenarlo y tirárselo a los lobos en lugar de para calmar nuestra hambre o porque la aleatoriedad procedural ha querido no ofrecernos un techo durante días de diluvio y hemos muerto de frío. 

Según el modo de dificultad que hayamos elegido, con puntos de control o con muerte permanente - a estos se une un modo infinito - todo volverá a comenzar. El perro cogerá la bolsa con la radio (y los demás objetos que hayamos dejado almacenados en ella en la anterior partida) de nuestro cuerpo ya esquelético y se la llevará a otra persona que encuentre, otra Scout que esté preparada para lidiar con este mundo de peligros en cada esquina, de olvidos tontos que pueden causarnos la muerte, de hostilidad hacia la raza humana.

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Y moriremos más veces. Un cartel nos dirá cuán lejos hemos llegado en esa ocasión, y el perro volverá a llevar la mochila a otra dueña provisional. Porque esta no es la aventura de Scout, sino la de Aesop en su misión de llevar esa radio a algún lugar. The Flame in the Flood es un juego profundamente animalista, que nos dice que ese can al que alguna vez hemos olvidado rellenarle el cuenco del agua, estará siempre con nosotros. Hasta el fin del mundo. Es, también, un juego ecologista, con constantes muestras aquí y allá, en detalles en las islas o en el transcurso del río que nos gritan: “humanos, vosotros habéis causado esto”. 

Pero también quiere que disfrutemos de este viaje a algún lugar. Su estilo artístico (del responsable del director artístico de Bioshock) es, además de original, funcional: con unos pocos polígonos define de forma ambigua a un personaje con el que el jugador se debe identificar, con otros pocos muestra a los conejos como animales inofensivos y a los lobos como fieras aterradoras a las que evitar. Los colores planos y claros crean escenas en pantalla agradables, cálidas y que nos hacen pensar que incluso en el apocalipsis hay lugar para la belleza; pero también sirven para mostrarnos la oscuridad y ambigüedad de las formas en las noches de tormenta. A ambientar el viaje por esta América profunda inundada también ayuda la banda sonora de Chuck Ragan, de toques de guitarra acústica con algunos temas cantados a viva voz que nos sumergen en este viaje por ver qué ha sobrevivido en el mundo y por saber si nosotros somos capaces de sobrevivir a él. 

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Sin embargo, The Flame in the Flood en su versión para PlayStation 4 tiene ciertos problemas que pueden hacernos olvidar los momentos buenos del viaje y odiar aún más las situaciones injustas causadas por el diseño procedural. Hablamos de bugs gráficos, por un lado, que acaban afectando a la jugabilidad: animales que se quedan atascados dando vueltas sobre sí mismos o enormes osos que no se ven afectados por el ataque de una manada de lobos, por ejemplo; también aquellos que “solo” molestan, como levantarnos de una fogata pero Scout siga sentada mientras levita por el suelo o que la traducción al español no encaje bien con los rótulos del idioma original. Afecta bastante también que la música desaparezca y aparezca frecuentemente.. Pero también nos hemos encontrado con problemas mayores: en un par de ocasiones tuvimos que empezar la aventura desde el principio debido a un error que no nos dejó cargar partida tras morir, perdiendo todo el progreso conseguido.

7.5

Bueno

Cumple con las expectativas de lo que es un buen juego, tiene calidad y no presenta fallos graves, aunque le faltan elementos que podrían haberlo llevado a cotas más altas. Cómpralo sin miedo.