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Please Knock on My Door

Please Knock on My Door

Please Knock on My Door – Análisis

Please Knock on My Door no es un juego divertido. Ni quiere, ni necesita, ni debería serlo. Al contrario, es una de las narrativas interactivas que mejor hacen comprender la depresión y consigue que se empatice con las personas que la sufren.

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Please Knock on My Door – Análisis

Los juegos no tienen por qué ser divertidos. Cómo se ha ido desarrollando el medio audiovisual interactivo ha venido obstaculizado por un problema denotativo. La palabra “juego” probablemente no sea la mejor para denominar a una serie de artefactos culturales que tiene en el uso del audiovisual y en la interacción del usuario para el progreso sus características clave. Indirectamente, al hablar de “juego” se está añadiendo una limitación a la libertad de los creadores: su producto tiene que ser divertido.

Nathalie Lawhead, creadora del imprescindible Everything is going to be OK, desarrollaba hace unas semanas esta idea: “Si los juegos son arte tenemos que aceptar la idea de que no tienen que ser divertidos. El arte no siempre es divertido. Cubre un amplio espectro de emociones y conceptos […]. El diseño de juego tradicional son una serie de reglas establecidas para lograr ciertas cosas […]. Existen para crear cosas específicas que no son para todos. Hay muchas otras cosas que crear también”.

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Por lo tanto, vamos a dejarlo claro desde ya. Please Knock on My Door no es un juego divertido. No necesita serlo. Porque la depresión no es divertida.

Despertar. Desayunar cualquier cosa que haya en la nevera. Ducharte. Ir al mismo trabajo monótono que el día anterior. Y el anterior. Volver a casa y jugar a algo que, en un tiempo pasado, te divertía y entusiasmaba. Irte a dormir. El despertador marca las 3 la mañana. Has estado, una vez más, pensando en todo. Y en nada. Vuelve a sonar el despertador. Te despiertas. Desayunas. Trabajo. Y todo lo haces para que se acabe de una vez la semana y lleguen dos días de no sabes muy bien qué. Comienza de nuevo. Igual, monótona.

Llega un momento en el que no puedes tomar las decisiones que quieras. Estás demasiado cansado para comer, para ducharte, para ver la televisión. Solo quieres dormir para que vuelva esa oleada interminable de pensamientos negativos. Haces grandes los problemas pequeños. Y, por ello, acaban siendo grandes. Llegas tarde al trabajo porque te quedaste en casa limpiando el plato que habías roto. Y vuelves a llegar tarde al día siguiente porque te quedaste en la cama pensando sobre el desastre de persona que eres por llegar tarde. Los problemas se acumulan. Friegas los platos incansablemente porque es lo único limpio que puedes tener, lo único que no representa un desastre en tu vida; lo más fácil de limpiar.

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Tus decisiones, todas erróneas porque no eres capaz de ver una sola opción que impida sumar un problema a la interminable lista, traen consecuencias. Buscas cualquier excusa para no hablar de lo que te pasa. Evitas a la gente, o tienes conversaciones intrascendentes y monótonas con ellas, para evitar más errores. Acabas hasta las tantas en la ducha porque el agua caliente es lo más parecido a un abrazo que has tenido en días. Y de repente te ves cenando, mirando a la televisión sin ni siquiera leer los subtítulos. Pensando en el suicidio.

Please Knock on my Door es una experiencia imprescindible para aprender sobre una de las enfermedades que a más personas afectan en una sociedad moderna construida bajo unos usos, tradiciones, relaciones y valores que no hacen nada por evitarla, sino todo lo contrario. Es una experiencia imprescindible para empatizar con aquellos que la sufren, para comprender cómo se sienten y cómo un “venga, tío, ya se pasará” o un “no puedes estar siempre así” no sirven precisamente para ayudar.

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El argumento, la sucesión de días monótonos en ese piso (el único lugar seguro), las relaciones personales prácticamente destruidas, el trabajo improductivo y, en definitiva, las experiencias que cuenta Please Knock on My Door son las vivencias propias de Michael Levall, director del título, quien también hace las veces de narrador a viva voz . Sin embargo, Levall no ha querido solamente contar su historia – y cómo consiguió salir de ese bucle – sino usarla como ejemplo para la compresión.

Por ello la dirección artística "low-poly" y un avatar sin cara ni color permite que nos pongamos en su lugar. La música, melancólica, contribuye a la asunción del sentimiento. Las decisiones que tomamos – desde en qué orden hacer las tareas del hogar (únicamente nos movemos en casa, y lo único que sabemos de la oficina donde trabajamos es gracias a los post-it de nuestro escritorio y los apuntes en una libreta) hasta qué respuestas damos a una acción o conversación, pasando por en qué emplear nuestro breve tiempo de ocio – se traducen en consecuencias imprevisibles, en ocasiones en respuestas bloqueadas que quizá podrían ayudarnos a salir de ese bucle depresivo. De hecho, Levall nos permite jugar al título en tres modos: uno más centrado en la historia que quiere contar, otro en la experiencia (la toma de decisiones) y el último, como una mezcla de ambos.

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8

Muy Bueno

Juego de notable acabado que disfrutaremos y recordaremos. Una buena compra, muy recomendable para amantes del género. Está bien cuidado a todos los niveles. Cómpralo.